jueves, 7 de junio de 2012


Escrito por: Dulce Justo Morales.
Reflexión del texto de Clara Jusidman.
Desigualdad y política social en México.
Después de leer a la autora Clara Jusidman tengo una panorámica mucho mas especifica de la realidad que vive mi país,  del antes al ahora no hay mucha diferencia. A cuatro años de haberse publicado este artículo, la realidad sigue siendo igual o quizás un tanto peor.
Darse cuenta que los programas sociales que el gobierno “subsidia y/o promueve” son una mera metodología de dar atole con el dedo a la población, porque dichos programas sociales no tienen continuidad y son trasladados a empresas privadas o asociaciones civiles que solo lucran con la necesidad de la gente.
En México no existe una universalidad de los derechos sociales.
México es una plataforma enorme de desigualdad y exclusión ya que la acumulación de bienes y recursos esta oligopolizada por grupos pequeños y cercanos al poder, este fenómeno aumento en la década de los ochenta. También se puede observar que la evasión de ingresos de las grandes empresas, el incremento de las actividades ilegales y criminales propicia la subestimación de los ingresos reales de los estratos más ricos.
Algo que es en verdad insultante es el ingreso mensual por concepto de sueldo de un magistrado del Tribunal Electoral del Poder Judicial, mismo que puede ascender a $450,00.00, que además se ajusta a la alza anualmente, sin contemplar los gastos de viáticos y prestaciones que el puesto le otorga, mientras que el salario de un trabajador es de $2,000.00 y no está a la alza.
Por eso es entendible que en las familias mexicanas se haya integrado al campo laboral a mujeres (que ya no están en casa al cuidado de los hijos),  jóvenes e incluso niños (que demuestran el bajo rendimiento académico y la falta de atención  de los padres), no con la finalidad de aumentar su nivel de vida sino para mínimo mantener el nivel que tienen.
Con esto se explica porque en las estadísticas y encuestas del Consejo Nacional de Evaluación (CONEVAL) presentan la reducción de la pobreza alimentaria y aumento en el ingreso familiar.
Sin duda la desigualdad en México no se reduce a la distribución del ingreso, sino también a la discriminación de género, etnia, raza y lugar de residencia, un ejemplo de ello es el salario  menor y mal retribuido que percibe un indígena en actividades agropecuarios y de construcción, sin acceso a servicios de salud, educación y agua potable, así también podemos referir la desparedad de los salarios mininos es decir un trabajador urbano gana mas que un trabajador rural.
Altos ingresos ® población blanca (españoles, europeos, estadounidenses)
Ingresos medios® población blanca- mestiza
Ingresos bajos ® población indígena.

En otras palabras la desigualdad en México se tarata de “la combinación de  orígenes étnicos y raciales, con niveles de riqueza y capital social acumulados y de educación e  inserción ocupacional diferidos, que además se retroalimentan. Esto tiende a perpetuar la pertenencia a cada clase, así como la distancia social, cultural y económica entre ellas. Por eso, una parte importante de la desigual distribución del ingreso en México se explica por discriminación étnica, racial y de género; es decir un arraigo de tipo cultural que, a su vez, determina las oportunidades de los diferentes grupos de la población para acumular riqueza.”
(Jusidman, Clara, art. 2006, p. 199).

Por otra parte los diversos cambios de estrategias económicas y la poca efectividad de los programas sociales que buscaban ser un mercado formal generador de empleos asalariados, dejan entrever que se tuvo y se tiene una economía de mercado fallida.
La incorporación de programas sociales que apoyaran a la población comenzó en la década de 1940, con un estado de bienestar, el cual trataba de incorporar al trabajador a la seguridad social y protección laboral por medio del empleo formal, estableciendo la universalidad de gratuidad, laicidad y obligatoriedad de educación primaria, siendo la educación el único factor que alcanzara el derecho universal pero dejando un rezago en la manutención de la tasa de transferencia de trabajadores rurales a trabajadores con actividades urbano más productivas.
Así es como entonces se inicia el sector informal urbano, con actividades por cuenta propia y por micronegocios que funcionan al margen der sector regulado, siendo esta actividad informal la que aliviara la necesidad de empleo que no solo era de la población desplazada del campo sino también de las nuevas generación  de jóvenes nacidos  en las ciudades urbanas,  factor que hasta el día de hoy persiste. 




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